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Un debate ficticio sobre utopías reales – José Luis Rénique

 

 

Explicación

Con el título «LosIntelectuales y la Crisis del Perú: Liberalismo y UtopíaAndina», el presente artículo fue presentado en una reuniónacadémica allá por el año 1990. El Perú sedebatía entonces en una crisis profunda. Tuve, recientemente, laoport unidad de rescatarlo del olvido. Una antigua oferta de publicaciónque nunca se cumplió contribuyó a dejarlo inédito.Unas semanas atrás me encontré con un comentario que MarioVargas Llosa hace a la obra de Alberto Flores Galindo en un texto de recientepublicación. Pensé entonces que quizás seríainteresante difundirlo. Acaso hoy, en 1997, el Perú no se encuentreen la situación de 1990 pero la ausencia de alternativas es, lame ntablemente,tan angustiante como entonces.

En tiempos de crisis, visionesy paradigmas largamente consolidados pierden vigencia ante la erupcióncrispada e incontenible de la realidad. Pasión e indignaciónse entremezclan con ideología y esperanza en el afán poridentificar el origen de las fuerzas disgregadoras, por encontrar la formade orientarlas hacia un horizonte posible. La cris is genera sus intérpretesy una nueva generación de profetas y utopistas. Desde la literaturay la historia, respectivamente, Mario Vargas Llosa y Alberto Flores Galindohan producido visiones contrapuestas sobre la crisis que vive el Perú.En los últimos años, sus puntos de vista han ido ganandoinfluencia en la manera en que muchos peruanos entienden el drama actualy las perspectivas futuras de su pais. El presente trabajo analiza susantecedentes y sus contenidos y explora l os mecanismos a travésde los cuales han ido creando audiencias diferenciadas.

10 de febrero de 1997

I

Comencemos por Vargas Llosa. Su visiónactual del Perú tiene sus raíces e n su ruptura con Cuba ysu rechazo al socialismo. Termina la década de los 70. Su nuevaposición se sustenta en la defensa de la libertad del escritor,amenazada por la coercion de la creatividad personal que el modelo izquierdistadel «intelectual comprometido» conlleva. En el caso de JoséMaría Arguedas —afirmaría en 1977— dicha coercion habíallegado al extremo de provocar una «inmolación» de lasensibilidad propia, el «fracaso lite rario» y la másprofunda crisis personal. Ante la coerción que el «compromiso»conlleva, Vargas Llosa reivindica la «insumisión congénitade la literatura», llamada a irrumpir «contra todo lo que significadogma y exclusivismo ideológico».

En los años siguientes,el tema de la libertad creativa se convertirá, en Vargas Llosa,en cr uzada contra el fanatismo en La guerra del fin del mundo y contralos fanáticos de izquierda en Historia de Mayta. El poder distorsionadorde la ideología surge como tema recurrente en ensayos y conferencias.Literatura e ideología, afirma, son dos formas de hacer ficción.Positiva la una, negativa la otra. Como literatura, la ficción esaceptada como tal, lo que facilita su incorporación en nuestrasexperiencias reales. Como ideología, por el contrario, la ficci& oacute;nasume el status de ciencia objetiva, alentando una imagen falsa de la realidady de las posibilidades de transformarla, precipitando así, procesosdestructivos como el personificado por Mayta y sus camaradas. Igualmente,la ceguera que las ideologías conllevan explica la sucesiónde equívocos que derivan en la absurda guerra de Canudos o la violenciaque, desde 1980, envuelve a la sierra del Perú.

En 1983, el destino y lasmanipulaciones de los gobernantes peruanos colocan a Vargas Llosa en elcentro de la polémica sobre la violencia política que comienzaa engullir al Perú. El novelista accede a presidir una comisiónencargada de investigar el asesinato de ocho periodistas en la comunidadindígena de Uchuraccay. Su explicación de los hechos pareceser una prolongación de sus tramas literarias. La masacre fue elresultado de un «ma lentendido atroz» entre periodistas y comuneros,argumenta el novelista. Malentendido provocado por esos «desconocimientosmutuos», generados, a su vez, por «las enormes distancias queseparan a los peruanos de diferentes regiones, clases sociales y culturas».Desconocimientos y distancias en los que medran iluminados como SaúlZuratas, personaje de su novela El Hablador, un antropólogo queresuelve el dilema cultural antes enfrentado por Arguedas marchándosea l as selvas del Madre de Dios, en un intento quijotesco por enfrentarel avance de Occidente sobre las culturas nativas de la Amazonía.

En 1984, Vargas Llosa esinvitado a ocupar el cargo de Primer Ministro en el gobierno de FernandoBelaúnde. Aunque no acepta, su cercanía a lo que élmismo llamaría años después «el sucio mundode la politica» mella su aureola d e crítico sin compromisosy el sentido ético de su intervención en el debate del momento.Su cruzada anti-izquierdista trasciende ahora los medios literarios. Alfuego graneado de sus críticos locales responde con un desprecioolímpico. «Intelectuales baratos» les llama. Su nuevodiscurso es mejor recibido en un escenario internacional que se preparaa proclamar el triunfo final del Occidente capitalista. Al saludar un nuevolibro de Jean-Francois Revel, Vargas Llosa proclama la vigencia de KarlPopper, por encima, incluso, de otro de sus inspiradores: el economistaliberal Friederich Hayek. Particularmente, en un momento en que, segúnafirma, «no hay reducto del conocimiento, ni siquiera las cienciasexactas, donde no pueda llegar la ideología con su poder distorsionadora entronizar mentiras útiles para la causa». Su despreciopor los marxistas locales tiene como contraparte polémicas con quienes,en Europa, defienden a Cuba, Nicarag ua Sandinista o cuestionan a las emergentesdemocracias latinoamericanas. Son críticos oportunistas que, segúnsostiene Vargas Llosa, «contribuyen a fraguar esa imagen, segun lacual, para nuestros bárbaros países, no hay más alternativasque la dictadura militar o la revolución totalitaria». «Sumanera de argumentar es la de un recién convertido», anotaGünther Grass, otro de los receptores de sus dardos. Sus opinionesse difunden en l as páginas de Vuelta, Harper’s, The New York Timeso El País. En el Perú, mientras tanto, en 1985, los partidosconservadores ven desvanecerse la oportunidad de consolidarse en el gobierno.Entonces, comienzan a soñar con transformar ese fresco capital internacionalque es ahora el novelista en moneda de uso local.

II

La visión del Perúde Alberto Flores Galindo se construye a través de la investigaciónhistórica y desde una perspectiva marxista. A la manera de un diálogoentre historia y actualidad o una tenaz búsqueda de referenciastemporales para pensar en perspectiva ese «tiempo de plagas»que sobreviene con la crisis que se desencadena en el Perú desdefines de los años 70. El estudio de José Carlos Mariáteguies un e lemento central de esta búsqueda. Los tiempos de Mariátegui—la década del 20— sugieren más de un paralelo con los atribulados80. Las mismas dificultades para comprender las complejidades de un paísen acelerada transformación. Las mismas promesas modernizantes.En un estudio publicado en 1980, Flores Galindo coloca a Mariáteguiante los dilemas de su propio tiempo. Reconstruye su proceso mental, rescatandoasí la originalidad de un pensamiento, cuya clave radica, concluiríaFlores Galindo, en su convicción de que, para que el marxismo seauna alternativa revolucionaria en el Perú, este producto occidentalque eran las ideas de Marx tendría que entroncarse con la tradiciónhistórica del país. Vale decir, entroncarse con la culturaandina representada por los campesinos indígenas. Sin los campesinosla revolución en los Andes era impensable. Ellos compensaríanla debilidad numérica de los obreros. Pero, para ganar su concurso,el socialismo tendría que garantizarles la supervivencia comunal.Darles la certeza de que, a diferencia del capitalismo, el socialismo nose edificaría «a costa de los campesinos». A fines delos 70, no obstante, el país parecía marchar hacia una modernizaciónirreversible, patentizada por el crecimiento urbano, la desapariciónde la hacienda y la denominada «descampesinización».Inadvertidamente, no o bstante, el Peru se deslizaba hacia una guerra civilque tendría a las áreas rurales serranas como uno de susprincipales escenarios. La nación moderna emboscada por los fantasmasdel pasado. Insurrección y crisis económica se alimentaríanuna a la otra, en una dialéctica perversa. Pobreza, violencia, miedo,obligarían a los pobres a organizarse. Las agrupaciones de madres,de mujeres, de jóvenes o migrantes se multiplican. La lucha porsobrevivir con sume gradualmente la vida cotidiana.

Tras las respuestas colectivasa la crisis, Flores Galindo ve el influjo de las tradiciones comunitarias.¿De dónde proviene la vitalidad que la sociedad irradia enmedio de una crisis implacable? ¿De dónde la fuerza que cuestionapatrones de desarrollo que habian reducido lo andino a la condiciónde mero folklore? se pregunta Flores Galindo. Sus re spuestas dan lugara una exploración histórica de largo aliento que concluyeen un texto innovador y polémico: Buscando un Inca. Ahí,Flores Galindo rastrea el horizonte mental creado por los pueblos andinosa lo largo de varios siglos de dominación colonial y republicana:las utopías elaboradas como rechazo a un presente de opresión,ante el cual recrean el país de los incas como una sociedad alternativa,justa e igualitaria. «Utopia andina», es el términoacuñado por Flores Galindo para referirse a ese horizonte mentalque recorre la historia peruana desde el siglo XVI. Trasfondo contra elcual, Garcilaso, Guamán Poma, Túpac Amaru, los indigenistas,Mariátegui, Jose María Arguedas, pueden ser leídosde una manera distinta: como la personificación de esfuerzos diversosy diferenciados por acercar las ideas de Occidente a la fuerza mesiánicade la cultura andina. Por acercar el español al quechua, la urbea la comunidad, el marxismo a una visión de la revolucióncomo inversión del mundo, —como pachacuti—; visión que, en1980, se confunde con el Maoísmo de Sendero Luminoso. Los tiempos,sin embargo, no son los mejores para hablar de revolución. En elPerú, revolución o marxismo son casi sinónimos deterrorismo. En medios internacionales aluden a una época que termina.Mientras, en Cuba, Buscando un Inca recibe el premio Casa de las Américas,en el Peru habrá quienes leerán en sus páginas unajustificación de la insurrección senderista. Al autor nole sorprende la reacción de quienes se reclaman marxistas ortodoxos.La izquierda de los 70, afirma, difícilmente podría admitirla verdadera naturaleza de lo que ocurre en el Perú. Han perdidola libertad de pensar. Ahora, tienen que ser cautelosos. Cuidarse de quelas conclusiones a que llegan no contradigan posiciones tomadas de antemano.

La división entreuna izquierda parlamentaria y otra armada e insurrecional es análogaa la que Flores Galindo observa en las filas de la intelectualidad. Entresus colegas historiadores, por ejemplo, divididos entre aquellos que producenuna historia despolitizada:

«…que s e pretendeacadémica, preocupada por la resonancia de sus temas en congresosinternacionales o en revistas especializadas (en particular de lengua inglesa)y otra, encerrada en el Perú, casi provinciana, interesada en esepúblico inmediato conformado por estudiantes universitarios …obreros,migrantes, habitantes de barrios marginales».

Será en estos últimossectores en que las p ropuestas de Flores Galindo encuentren su mayor audiencia.La «utopía andina» encuentra sus propios circuitos dedifusión al margen de los medios académicos institucionales.Es tópico obligado en escuelas sindicales y campesinas, se hacelema de eventos gremiales y regionales. Surgen nuevos textos que recogeny amplian la visión contenida en Buscando un Inca. Como sucediócon el indigenismo en los años 20, las ideas de la «utopíaandina&raq uo; se confunden con las esperanzas. A fines de 1988 se difundela noticia de que Flores Galindo padece de un cáncer maligno. Enun texto escrito en vísperas de morir reafirma su convicciónde que un proyecto socialista que recupere las tradiciones andinas es aúnposible. Es una empresa difícil, subraya, que requiere del concursode los intelectuales. Éstos, sin embargo, han desertado. Unos sehan tornado sectarios y su acción politica ha derivado en una prá ;cticacriminal, otros guardan silencio. Muchos, simplemente se han marchado.Una lamentable pérdida moral.

A mediados de 1990 se celebranelecciones presidenciales en el Perú. Disminuida por sucesivas divisionesy una inocultable carencia de propuestas la izquierda casi desaparece comofuerza electoral nacional.

III

Vargas Llosa y Flores Galindojamás debatieron directamente. Sus mundos se tocaron sólotangencialmente. Cuando Flores Galindo terminaba la universidad, VargasLlosa era ya un escritor consagrado y llevaba varios años viviendoen Europa. En 1987, Vargas Llosa se convertiría en líderpolítico nacional al encabezar la protesta contra la nacionalizacióndel sistema financiero d ecretada por el gobierno de Alan García.Flores Galindo era por ese entonces un modesto y respetado profesor universitario.Buscando un Inca era ya uno de los libros más influyentes publicadosen el Perú en la última década. En 1989, Vargas Llosafue ungido como candidato presidencial de la derecha peruana. Durante sucampaña, sus planteamientos llegarían a todo el paísa través del aparato propagandístico más formidablevisto en la hist oria electoral del Perú. Enfermo, Flores Galindoluchaba por prolongar su vida. Su infortunio dejó ver el aprecioque su figura despertaba, tanto en el Perú como en círculosacadémicos extranjeros. Una espontánea campaña económicapermitió su traslado a un hospital de Nueva York. Un oasis de solidaridaden un tiempo de rupturas y recelos. Los paralelos con las «agonías»de Mariátegui y Arguedas mal podían evitarse. Co nciente delas proclividades hagiográficas del medio, el propio Flores Galindointentó evitar su elevación al santoral ideológicode la izquierda. «No creo que haya que entusiasmar a los jóvenescon lo que ha sido nuestra generación», afirmó en sucarta de despedida, lamentando el «excesivo respeto» que «algunosjóvenes de cierta clase media» tienen «por nosotros».«Termino —concluyó— evitando pone rme como ejemplo de cualquiercosa». Un año después de su muerte, en Lima, un seminariosobre su obra congrega a varios cientos de personas. Jóvenes ensu mayoría, que en muchos casos conocen poco de su obra pero queidentifican en Flores Galindo una voluntad de no callar cada vez menosfrecuente en un país asediado.

Hoy un debate entre VargasLlosa y Flores Galindo es un imposibl e. Sus textos, sin embargo, permitencontraponer sus ideas. Estas ofrecen imágenes antagónicasdel futuro del Perú. Son el testimonio de dos aventuras intelectualesque se encuentran con las preguntas y las incertidumbres de diversos sectoressociales. Ambos inciden en la ambigüedad que la crisis encierra. Elpeor momento de la historia republicana del Perú es la oportunidadpara un cambio radical. En sentidos completamente diferentes, claro está.Para iniciar una verdadera modernización capitalista, segúnel literato, para marchar hacia el socialismo, según el historiador.Ambos coinciden también en que se trata de un momento singular deirrupción popular en la vida del país. Un tiempo propiciopara sentir y enrumbar las utopías de las masas, según FloresGalindo; para persuadirlas de que abandonen esquemas largamente cimentados,según Vargas Llosa. Para «reprivatizar sus mentes»,continúa, fomentand o la formación de una sociedad de propietariosy de una nueva cultura política basada en el arraigamiento de unsentido de libertad individual, inexistente en el Perú debido ala tradición pre-hispánica centralizada, autoritaria y teocráticareforzada más tarde por una influencia hispana bastante similar.Un terreno que ha sido fértil para el marxismo, cuyo influjo sesiente —explica Vargas Llosa— aún en quienes, por su actividad diariacomo comercian tes o productores informales, deberían asumir la defensasin concesiones del principio de la propiedad privada. Concluye que dichodesfase prueba la influencia que las ideas y el vocabulario izquierdistahan llegado a tener en ellos. Los llamados «intelectuales progresistas»,con su cultura estatizante y controlista, los marxistas dogmáticosque todo lo ven violencia y un estado burocratizado erigido por el populismoizquierdizante, son sindicados por Vargas Llosa como los obstác ulospara la formación de una verdadera economía de mercado. Sonsus inventos ideológicos —la dependencia, el tercermundismo, lateología de la liberación, el espejismo de la revolución—los que previenen esa «revolución silenciosa» de laque habla Hernando de Soto, aludiendo al desarrollo de la economíainformal. Un fenómeno crucial en la historia peruana, afirma VargasLlosa, desde que porta los gérmenes de una modernizació ncapitalista de base popular cuya final realización dependerá,de otro lado, del pleno retorno del Perú a la comunidad financierainternacional. «El combate por la libertad —subraya Vargas Llosa—nos obliga a tomar partido resueltamente, sin subterfugios ni trampas,por las sociedades abiertas y democráticas del mundo libre cuyoliderazgo ejercen los Estados Unidos».

Flores Galindo cuestionala raigambre popular de los impulsos capitalistas detectados por VargasLlosa. Propone una lectura distinta de los mismos hechos. No se puede reducirla irrupción de lo popular a la mera expresión de una ferozcompetencia individual, debe repararse en la dimensión colectivapatente en las respuestas populares ante la crisis, afirma el historiador.A la imagen del empresario popular opone la de la cooperación yla ayuda mutua o el trabajo familiar. Al enfocar en inform ales que al migrarrompen, supuestamente, con su pasado —subraya Flores Galindo— el discursoliberal ignora una antigua historia de lucha de la sociedad andina contrael Estado y los terratenientes, cuyo mejor testimonio son las cuatro milcomunidades campesinas existentes hoy en el país. Autoritarismoy racismo quedan, en esa visión, suprimidos. Así, para DeSoto y Vargas Llosa, varias décadas de transformación socialresultan en la conformación de un mundo de productore s bloqueadospor un Estado centralista y dirigista. Productores que, al quedar disociadosde un pasado arcaizante, quedan expeditos para asumir el horizonte individualpropuesto por la modernidad capitalista.

Flores Galindo ve esta propuestacomo un mero ardid ideológico para presentar al capitalismo comolo nuevo y al socialismo como lo viejo. Así, el escritor y el economistarepresentan a una nueva derecha que:

«…colocando al capitalismocomo una propuesta para el futuro, pretende desligarse de cualquier compromisocon el pasado. Ellos no han sido los »dueños del Perú.«La responsabilidad de lo que ha ocurrido en este país hasta la fecha,debe achacarse en todo caso al Estado y a quienes han medrado a su costa.Entre la miseria y el capitalismo no hay ninguna vinculac ión porcuanto éste todavía no existe. El capitalismo es lo nuevomientras que el socialismo, con sus afanes supuestamente »estatistas«,sería una prolongación del pasado».

Para Flores Galindo, conla migración, los valores y la cultura andina inundan la ciudad,contribuyendo a la conformación de un vasto mundo popular urbanoposeedor de sus propias f&oac ute;rmulas democráticas basadas enla adaptación de mecanismos tradicionales de decisión colectiva.Un nuevo tipo de sociedad civil que no puede ser comprendido si se tienea la tradición liberal europea como la única tradicióndemocrática válida. Un mundo popular que permite pensar elsocialismo no como proyecto estatista, sino como el autogobierno de losproductores y asumir al marxismo como un instrumento para pensar en unmodelo de desarrollo en que el c ampesino juegue un papel vertebral. Socialismocomo la posibilidad de que el destino inevitable del Perú no seaacomodarse a una modernización que, para la sociedad andina, hasignificado cinco siglos de agresión y deterioro.

¿Meras discusionesde intelectuales o expresiones de tendencias reales de la sociedad? ¿Discursosinnovadores o nuevas versiones de antiguas polémicas? &iq uest;Esasí que el Perú no conoce aún el capitalismo? ¿Esel Tahuantinsuyo y la herencia incaica un legado maldito, una camisa defuerza de la que debemos desprendernos o una bendición que nos acercaal paraíso? Preguntas que transpiran la hondura de la crisis. Interrogantescomplejas que no admiten respuestas sencillas. Ambas visiones prometenprosperidad y justicia. Promesas por las que muchos más habránde morir. En ambas, el sueño reivindicador ap arece al final delcamino, resultado de un ajuste de cinturón o de una larga marcha.Como si sólo algunas naciones privilegiadas tuviesen el derechode habitar de una vez por todas el futuro soñado.