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De izquierda a derecha: Stoermer, Laughlin, Amartya Sen, Pople, Murad, Ignarro, Tsui, Saramago y Furchgott

 

José Saramago, premio Nobel de la literatura 1998

Servicio especial ESTOCOLMO. – En una sobria y solemne ceremonia en la Casa de Conciertos de Estocolmo, se llevó ayer a cabo la entrega de los premios Nobel de Física, Química, Medicina, Literatura y Economía, en la que los más aplaudidos fueron Saramago y el economista Amartya Sen. Los anfitriones principales, el rey Carlos XVI Gustavo, la reina Silvia y la princesa Lilian, llegaron con un cuarto de hora de retraso. La demora se debió a que se había recibido una amenaza de bomba falsa. Nueve galardonados con el Nobel recibieron del rey sueco sus medallas de oro, el diploma que los acredita como ganadores del premio, y un cheque por 7,6 millones de coronas suecas (unos 130 millones de pesetas). El único que no pudo asistir fue Walter Kohn, uno de los laureados con el Nobel de Química, por causa de enfermedad de un familiar. Kohn recibirá el premio el próximo año. Otra persona ausente fue la princesa Victoria, heredera del trono, quien cursa estudios superiores en una universidad de EE.UU. Entre las 1.800 personas que colmaban la sala, lujosamente decorada con adornos florales donados por la ciudad de San Remo, destacaban la esposa de José Saramago, Pilar del Río, el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, y el ministro de Cultura portugués, Manuel María Carrilho.

Vestidos de frac y con la solemnidad que exige la ocasión, uno a uno fueron recibiendo el prestigioso galardón. Allí estaban los laureados con el Nobel de Física, los científicos Robert B. Laughlin y Daniel C. Tsui, ambos estadounidenses, con su colega alemán Horst L. Stoermer.

Inmediatamente después, los farmacólogos, también estadounidenses, Robert F. Furchgott, Louis J. Ignarro y Ferid Murad recibieron el Nobel de Medicina. También el británico John A. Pople, que recibió el Nobel de Química, que comparte con Walter Kohn.

El británico de origen indio Amartya Sen recogió su Nobel de Economía. Este es el único galardón que no fue instituido por Alfred Nobel, sino que es entregado por el Banco Central de Suecia.

Con un sonrisa amable, Saramago irradiaba orgullo y felicidad cuando recibió el aplauso de los asistentes. Su frac estaba adornado con el Gran Collar de la Orden de Torre de Santiago de Espada, máxima condecoración portuguesa, otorgada la semana pasada y que hasta ahora sólo se había entregado a personalidades extranjeras.

Ante la Academia Sueca, el académico Kjell Espmark señaló que el autor portugués «ha creado un cosmos que no pretende ser una imagen coherente del universo».

Por la noche, en la cena oficial, la esposa de Saramago, la española Pilar del Río, lució un vestido en el que llevaba bordadas las palabras «Miraré a tu sombra si no quisieras que te mire. Quiero estar donde estará mi sombra, si allí estuvieran tus ojos», extraídas de «El evangelio según Jesucristo». José de Sousa, verdadero nombre del escritor de 78 años, recordó en el brindis los cincuenta años de la Declaración de los Derechos Humanos. «Las injusticias se multiplican, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se expande. La misma esquizofrénica humanidad capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de las rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestros semejantes.» [LA VANGUARDIA, 11 de diciembre de 1998]